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Noticias de Villanueva de Gállego

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Carretera de Castejón

Carretera de Castejón

Francisco Porta Barceló es un veterano músico villanovense al que tengo un especial aprecio porque siempre me ha atendido muy amablemente, en cierta ocasión me contó que siendo un niño fue a tocar con la banda de Tío Evaristo a Castejón de Valdejasa y que el trayecto casi les llevó un día de camino. A través de la vieja calzada romana llegaron en coche a Cagarroz, hicieron noche en este corral y subieron hasta el alto de Esteban montados en mulas o a pie. De ahí o bien en carro o si había suerte en coche, bajaban hasta el pueblo. Hoy ese recorrido se hace en tan apenas treinta minutos.

Hasta mediados del siglo XX, la única conexión que existía por carretera a Castejón era por Tauste. Recién estrenada la II República los castejoneros reclamaron una vía de acceso fácil a Zaragoza. En 1934 el Ayuntamiento de Zuera propuso unir ambas localidades a través de "Vallones", planteando incluso construir un pequeño parador en dicho monte. Pero el Gobierno acordó hacia 1935 que la carretera debía partir desde Villanueva de Gállego. Pablo Acín, alcalde villanovense en la primavera de 1936, se felicitaba de este acontecimiento ya que paliaría en gran medida el "importante paro obrero" existente en el pueblo, pero la Guerra Civil frenó el proyecto.

Recién concluida la contienda varios pueblos de Cinco Villas se reunieron con el entonces presidente de la Diputación (Allué Salvador) con el fin de retomar la idea sobre la carretera, pues era de vital importancia para la comarca. Durante la postguerra, hacia 1945, se aprueba construir un camino local entre Ejea de los Caballeros y Villanueva de Gállego atravesando Castejón de Valdejasa, a raíz de un estudio elaborado por el Ingeniero Don Alfonso Fernández Merino. La obra se ejecutará en una primer fase que concluirá hacia 1955 atravesando toda la muela del Castellar y en un segundo período treinta años más tarde, concluirá gracias a una segunda fase que llegará a Ejea. Se da la circunstancia de que es el tramo más fácil, llano y corto de los dos.

Contaba una leyenda que en los inicios de su construcción trabajaron presos provenientes del Campo de concentración de San Juan de Mozarrifar, pero este extremo no está confirmado y posiblemente por las fechas de inicio de las obras seguramente no fue así. Sí que contribuyó en gran medida a frenar la emigración en Villanueva, es más, gracias a la construcción de esta nueva carretera llegaron al pueblo nuevos habitantes. Lo cierto es que la carretera de Castejón empleó abundante mano de obra como carreteros, canteros, peones, etc. En principio su firme eran losas de piedra, pero poco después se cubrió con la actual capa asfáltica.

Para Castejón supuso esta vía de comunicación el acercamiento a Zaragoza. Para Villanueva la ampliación de su casco urbano y una revitalización de su economía. Para Zaragoza que muchos de sus habitantes descubrieran en los años sesenta y setenta un auténtico pulmón de su ciudad, aprovechando los domingos para "pasar el día" entre los pinos, sabinas y carrascas. Hoy día es paso de ciclistas y de algún que otro vehículo. Últimamente parece ser que se va a llevar a cabo la ampliación de su arcén para hacer más fácil el tránsito y sobre todo para preservar mejor el monte, que falta hace.

Como anécdota contaré que en su unión con la carretera de Huesca existe un cartel indicador que dice "a Castejón de Valdejasa 29 km." A la entrada de este pueblo hay otro de similares características que reza "a Villanueva 30 km." Quédense con la distancia que mejor les parezca.

* La foto, como no podía ser de otra forma, corresponde a una vista, casi de pájaro, de la carretera a Castejón de Valdejasa desde Villanueva.

Carlos Urzainqui Biel, 15 de julio de 2011.

El Vedao de la Venta

El Vedao de la Venta

Se conoce por “vedado” a un campo, territorio o sitio cercado o acotado por ley u ordenanza. En la terminología popular villanovense se llama “el Vedao” a los altos o colinas que limitan el término municipal con el Castellar. De hecho en algunos documentos se menciona a este monte como “Castellar antiguo”.

Desde tiempos remotos existen dos partidas llamadas “Alta” (que es la zona más próxima al Castellar) y “Baja” correspondiendo el aprovechamiento de esta última a Villanueva de Gállego desde al menos 1312, año en el que el Consistorio de Zaragoza otorgó el disfrute del Vedao bajo, para sus habitantes. Según una partición llevada a cabo hacia 1520 toda esta zona de monte abarca desde el llamado “cabezo de Fornillé” subiendo hacia la Venta de Coscón “por el lindero que talla el camino de Castejón” y desde ese punto al inicio de la llamada “Val de Alfocea” para retornar a Fornillé. Mientras Zaragoza se reservaba el llamado Vedao Alto que partía de la Venta de Coscón hacia las Fajas y desde este lugar a la llamada “hoya del Borde” y “puntal del hornero” para terminar encontrándose con el Vedao bajo en el llamado “balsete del platero”. En esta partida se encuentra también “la hoya de la justicia” nombre que puede apelar al incidente sufrido por dos vecinos de Villanueva de Gállego (entonces Burjazud) sorprendidos por los monteros del entonces Señor del Castellar (Ximénez de Cerdán) cuando hacían leña, porque aducían que era su término. Cerdán les aplicó el Ius Malectractandi, es decir los mandó ejecutar, lo que provocó una reacción violenta de la ciudad de Zaragoza, esto fue hacia 1475.

En la Parroquia de Villanueva de Gállego se conserva un documento que hace alusión a la pretensiones del cura de Juslibol sobre el Vedao diciendo que formaba parte de la “Partida Miranda”, a lo que se opuso el entonces párroco villanovense, llamado Francisco Orovia, diciendo que no solo se cobraba la primicia por parte de Villanueva, sino que el Vedao había sido donado a este lugar en 1312. Y que todos los nacidos, casados y fallecidos en la Venta de Coscón pasaron por su parroquia así como enterrados en su cementerio.

Robert Vaugham fue un escritor inglés que realizó un viaje por las Cinco Villas junto con el General Palafox tras finalizar el primer Sitio a Zaragoza, en agosto de 1808. De este periplo hace un relato en el que dice:

“Salimos de Zaragoza a las ocho de la mañana en un carruaje suficientemente grande para acomodar a seis personas y tirado por seis mulas. Cruzamos el Arrabal y, a través de una zona árida, donde no se encuentra agua ni lugar alguno, llegamos a la venta de Coscón, a cuatro leguas de Zaragoza donde cambiamos las mulas y tomamos un relevo de dragones. Junto a la venta existe una balsa, el agua de ella era más bien lodo y sin embargo tuvimos que beber, me sirvió de vaso el sombrero de un aragonés.

Los pormenores del inglés no son muy exactos pues pasa de largo por la balsa del Piojo y del balsete de Fornillé, cuyo cabezo debe su nombre a la cantidad de piedra caliza y yesos que había en sus laderas y que servían para calentar hornos de cal.

* En la fotografía Villanueva de Gállego en primer término y al fondo los altos del Vedao.

Carlos Urzainqui Biel 7 de julio de 2011

Las Fajas de la torraza

Las Fajas de la torraza

Cuenta la historia oral villanovense que antiguamente el pinar era del pueblo y que a cambio del agua de la acequia de Candevanía, que suministra a la localidad, toda esa extensión y algo más pasó a pertenecer a la villa de Zuera, bajo condición de poder seguir haciendo leña los de Villanueva en la partida de “Las Fajas” o como dicen algunos “mientras el suelo pertenece a Zuera, el vuelo lo es de Villanueva”.

Según un escrito de la Corte del Justicia de Aragón, fechado en Zaragoza el 15 de septiembre de 1550 y dictado en la llamada “Sala Alta de las Casas de la Diputación del Reyno” se establece que el Concejo de Zuera garantizaba al de Villanueva «toda aquella agua que viniera en la Acequia de Zuera en el día del Domingo para siempre, para su provecho y utilidad de los dichos hombres de Burjazud (nombre primitivo de Villanueva) y que no la quitaran ni impidieran el agua corriente de la dicha Azequia» por su parte la entonces Villanueva de Burjazud entregaría cada año «cien sueldos Jaqueses» en cierto término (según el citado documento, este pacto se llama “de los cien sueldos”):

«Y a mas desto que concedieran los hombres del lugar de Vurjazud un lugar llamado Sobello para que pazcan allí las obejas, cabras y bestias de los hombres del Concejo de Zuera y/ó las Bestias de los hombres del Concejo de Burjazud, ni los unos a los otros se pudiesen vedar el pasto y uso...»

“Sobello” es una palabra procedente del latín y hace referencia a lo que sobresale o lo que está en alto. Con toda seguridad esta denominación corresponde a mencionada la partida de las Fajas. Según se desprende de esta Sentencia del Justicia mayor, en principio parece ser que se permitía un uso mancomunado del aprovechamiento que ya existía en 1312, cuando se reconoce a Villanueva, por la Ciudad de Zaragoza, el derecho de “pastoreo universal” y el uso conjunto con Zuera del monte de Vallones (zona donde se encuentran las Fajas). Posteriormente y con fecha 15 de septiembre de 1320, el rey de Aragón Jaime II reconoce el derecho de los vecinos de Villanueva de Burjazud a usar el agua de la acequia de Zuera «en el día del Domingo» entendiéndose como tal «el día del sábado por la tarde puesto el Sol y toda la noche, así como el Domingo hasta puesto el Sol». Prohibiendo a los «hombres del Concejo de Zuera» que de entonces en adelante «no poner rabiessas en la dicha zequia ni abrir filas».

Según el plano correspondiente a la Pardina de Miranda de 1849 que se conserva en el AHP de Zaragoza, (al que se hizo mención en la entrada referida a la Torraza) donde aparece la mojonación del Castellar realizada en 1735. El término de las Fajas junto con el Vedao de Villanueva, se engloban dentro de todo este territorio que llega hasta el río Ebro entre Juslibol y Alfocea. Mientras en un plano diseñado por Dionisio Casañal en 1892 del Término municipal de Zaragoza, se cita al Vedao bajo de Villanueva, como Castellar antiguo y lo sitúa como prolongación de las Fajas.

Con esto se pretende demostrar que los territorios que ocupan los términos de las Fajas, el Vedao y la Pardina Miranda son una misma cosa y que están vinculados con Villanueva desde tiempo “inmemorial” por una serie de derechos de uso que provienen de los privilegios que otorgaron los monarcas aragoneses a los primitivos habitantes de la localidad. Estas tierras tienen en común que están atravesadas por la calzada romana de las Cinco Villas y constituyen la entrada más accesible al monte del Castellar, por tanto poseen cierto valor estratégico que seguramente valorarían Sancho Ramírez, Al-Muqtadir y por supuesto el Cid Campeador, circunstancia que tampoco escapó al Ejército español de tierra.

* La fotografía corresponde a la partida de las Fajas vista desde la cueva de Colandréa (la Torraza).

 Carlos Urzainqui Biel a 29 de junio de 2011 (San Pedro, primer patrón de Aragón).

Villanueva del Cid

Villanueva del Cid

En su expansión hacia el Valle del Ebro los reyes aragoneses iban estableciendo líneas defensivas que consistían en pequeñas fortificaciones militares, generalmente torres guardadas por un “Tenente” y protegidas por una serie de colonos que vivían en su alrededor cultivando las tierras adyacentes y defendiendo la posición de frontera. A lo largo de la geografía aragonesa existen numerosos ejemplos de este tipo que reciben el nombre de torrazas. Por tanto la que Sancho Ramírez quiso ubicar en esta zona de las Fajas en el pinar de Zuera, sería una más y tendría funciones a la vez que defensivas de control en las comunicaciones y apoyo en su avance hacia la fortaleza del Castellar.

Los reyes cristianos solían fundar villas con el fin de ganarse alianzas, dando tierras a los que combatían a su favor o afianzar líneas de defensa mediante la utilización de vasallos que ocupaban las llamadas “Tenencias”. Por lo general éstas solían haber sido durante el período de conquista posiciones o avanzadillas cristianas que, tras la pacificación de la zona, se convertían en lugares habitados por esos mismos colonos a quienes se les daba una casa y una “yeguada” de tierra, que venía a equivaler lo que un par de mulas podían roturar en un día, además del título de Infanzón. A la hora de configurar el casco urbano de esos lugares generalmente se disponían alrededor de la torre militar originaria.

Vimos en la entrada anterior que uno de los acuerdos a los que llegaron Sancho Ramírez y el Cid fue que los tenentes que se encontraban en la torraza se desplazaran a otro lugar. Pues bien puedo asegurar que esa nueva posición elegida como nueva ubicación de estos pobladores de frontera, dio origen a la actual Villanueva de Gállego o lo que es lo mismo se asentaron en lo que hoy es Villanueva. ¿Porque defiendo esto? El nuevo enclave se encontraba fuera de las rutas de tránsito utilizadas por los musulmanes para comunicarse con sus posesiones, por lo cual no obstaculizaban el tránsito como sí ocurría en el Pinar, pero tampoco estaban muy alejados del área de influencia aragonesa, sobre todo de la fortaleza de Supra Zaragoza. El valle del Gállego estaba habitado ya entonces por una importante población cristiana para la que este nuevo poblado, seguramente otra posición castrense, surgía como referente y refugio. Villanueva de Gállego ha tenido privilegios tradicionales en el llamado Castellar antiguo (el Vedao) y sobre todo en la partida de las Fajas. En Un lugar en la huerta señalé las características de este primer asentamiento fundamentadas en el reparto de tierras y en la construcción del Barrio Alto de Villanueva, donde se encuentra la calle de Santa Catalina a cuyo final, que era la zona más alta del casco urbano, se encontraba la ermita de su mismo nombre (generalmente este tipo de construcciones más tarde se reconvertían en iglesias). La devoción a esta mártir cristiana del siglo IV fue traída por los cruzados a principios del siglo XII y representa la resistencia de la fé en zonas ocupadas por el Islam, Villanueva en ese momento también era una posición cristiana rodeada por musulmanes.

En definitiva estoy convencido de que el acuerdo por el que llegaron el Rey aragonés Sancho Ramírez y Rodrigo Díaz de Vivar mediante el cual, el asentamiento no podía permanecer en “las Fajas” y que éste se trasladara a un lugar cercano donde pudiera cumplir también su función de avanzadilla y frontera (no hay que olvidar que el Cid era cristiano como el monarca) sentaron las bases de una “nueva villa” que no perdiera los derechos adquiridos durante su establecimiento en la Torraza. Por lo cual Villanueva bien podría llamarse “Villanueva del Cid”.

La fotografía corresponde a un cuadro pintado por Fidentino Longas en el que aparece una irreconocible calle de Santa Catalina en el Barrio Alto.

Carlos Urzainqui Biel en el solsticio de verano de 2011

La Torraza Colandrea

La Torraza Colandrea

Don Modesto Lafuente narra en su Historia de España como estando el Cid en Valencia fue llamado por Almostaín, rey de la taifa zaragozana, rogándole le amparase contra Sancho Ramírez, quien en su avance progresivo hacia el valle del Ebro iba apoderandose de sus dominios con la ocupación del monte del Castellar hacia 1085. Mudó el de Vivar su rumbo y volvió a Zaragoza “costole al aragonés si quiso evitar el venir a las manos con el Campeador para solicitar un acomodamiento con él, que el Cid aceptó a condición de que no molestara más a Almostaín” y Sancho regresó a sus Estados, mientras don Rodrigo permanecía en aquellas tierras.

Más detallados son los datos que ofrece Domingo Buesa en su historia sobre el rey Sancho Ramírez. Llegado el Cid a Zaragoza firmó un tratado con Al Mostaín, cruzó el Ebro y acampó en marzo de 1092, en un lugar próximo al rio Gállego. El rey aragonés enterado de esta maniobra convocó a todas sus tropas y junto con su hijo Pedro marcharon hacia Zaragoza «acampando en Gurrea, a unas cuatro leguas al norte de la ciudad». Los datos que ofrece Buesa son más definitivos, a la par que confusos. Gurrea no esta a cuatro leguas de Zaragoza, sino más del doble. Supongo que las tropas aragonesas pasaron por Gurrea y acamparon a cuatro leguas al norte de Zaragoza. Cuatro leguas son veintidós kilómetros aproximadamente y a esta distancia, al norte de Zaragoza, se encontraban por entonces la Manssio Gallicum (junto al rio Gállego) u otro edificio también desaparecido, la venta de Coscón. Este lugar se ubicaba la entrada natural y más asequible al Castellar, correspondiendo con el actual kilómetro 10 de la actual carretera entre Villanueva de Gállego y Castejón de Valdejasa. Si Ramirez pretendía defender este territorio, lo lógico es que se ubicara en un lugar que reuniera tales características estatégicas. Antonio Gascón Ricau también entiende que Gurrea es una población muy alejada para poder entablar unas negociaciones, teniendo taponanda la entrada del Castellar a las tropas del Campeador, hay que recordar que éstas estaban situadas «en la línea del rio Gállego» antes de llegar a la actual Zuera.

Gascón también menciona la existencia de una torre defensiva cristiana situada o bien en el alto de Esteban o en el “Montis Vallis” (seguramente Monte de Vallones). Esta posición pudo ser considerada peligrosa para los intereses de la Taifa ya que también obstaculizaría el tránsito por la antigua calzada romana, hacia la zona dominada por los musulmanes entre Pradilla, Sádaba y Tudela, auténtico granero de Zaragoza y ultimos restos de sus parias al norte de la Capital. De ahí, entre otras razones, que don Rodrigo se desplace desde Levante para obligar al rey aragonés, a llevar dicha construcción a otro lugar o destruirla.

Justamente en el monte de Vallones se encuentra la llamada torre de la cueva de Colandrea. El origen de esta construcción es incierto, sus actuales propietarios mantienen que la levantó uno de sus antepasados, aunque bien podría haberla reconstruído. En un escrito fechado hacia 1800 y conservado en el Ayuntamiento de Zuera se menciona el “Acampo de la torraza” en el que había un viejo edificio que hacía las veces de posada y corral para el ganado, de hecho en ese documento de habla de las cabezas que pastaban en dicho acampo. En un catastro de esa época se especifica que en “la torraza” había también muchas viñas. Según un plano que se conserva de mediados del siglo XIX en el Archivo Histórico Provincial, aparece citada la llamada “Val de Letosa” o “de viñas” dentro la actual partida de las Fajas (monte de Vallones) y situada en un triángulo formado por el camino de Castejón y el límite con Zaragoza, siendo sus vértices la venta de Coscón, la actual entrada norte del campo de maniobras de San Gregorio y la balsa de Miranda, junto al corral de Cagarroz. Ni que decir tiene que la cueva Colandrea quedaría por tanto englobada dentro de este término y por tanto la torraza podría estar situada en este monte.

Antonio Gascón Ricau cita entre los límites al norte del Castellar la “Val de Alhgera”, cuya traducción del latín podría ser “la val fría” o la “val alta”. Por corrupción lingüística Val de Alhgera puede derivar en “Vajillera”, lomas situadas en los límites del pinar con Villanueva, muy cerca de la venta de Coscón y de la torre de Colandrea.

* La fotografía de la Cueva Colandrea, fue tomada por Juan Mora hacia 1930 y se conserva en el AHP de Zaragoza.

Carlos Urzainqui Biel 12 de junio de 2011

Juan Polo y Catalina

Juan Polo y Catalina

Desde que tengo uso de razón he oido siempre que dejamos de ser barrio de Zaragoza, gracias a un Diputado de las Cortes de Cádiz que peleó para conseguir que Villanueva de Gállego fuera pueblo. Con cierto halo romántico se decía que tenía vinculación familiar con la localidad e incluso algunos aseguraban que estaba casado con una villanovense a quién confesó, poco antes de morir, que Villanueva sería libre por fín de la dependencia zaragozana. Tengo que decir que tal afirmación me chocaba bastante. No me imaginaba yo que en un momento tan trascendental de la historia española, un señor se dedicara en exclusiva a que un lugar aragonés cobrara identidad propia. Pero algo de cierto hay en todo ésto, como suele ocurrir por otra parte en todas leyendas. De esta noticia hacia mención en mi libro, pero entonces planteaba dos posibilidades. Hoy puedo afirmar una de éllas como raíz de ese mito.

Felix Monje, el dueño de las fábricas del Comercio, no tenía hijos pero sí tres sobrinos; Fernando, Tomás y Juan Polo y Catalina. A la muerte de su tío en abril de 1806, su sobrino Fernando se hizo cargo de la herencia familiar. Juan, que había nacido en la localidad de Cabolafuente hacia 1777, había estudiado en la Universidad Literaria de Zaragoza y en las cátedras de la Real Sociedad Económica, obtuvo el doctorado en Cánones. Marchó a Madrid en 1802 donde publicó el Censo de frutos y manufacturas de España e Islas adyacentes. En la Corte ocupó la oficialía de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda. Elegido Diputado a Cortes en 1810 participó en Cádiz en numerosas comisiones de aquella Asamblea y en las que destacó como «decidido defensor de la libertad y de la riqueza del hombre». Fue partidario de que el Estado se apropiara de las rentas monacales como medio de obtener recursos, también defendió la abolición de los señoríos así como de todos privilegios feudales que ellos suponían. Fue elegido por noventa y ocho votos Secretario de las Cortes y posteriormente, fue Presidente de las mismas y uno de los firmantes de Constitución de 1812. Su pista se pierde poco después de la publicación de “la Pepa” y se cree que falleció a consecuencia de la peste que se declaró en la capital Gaditana por esas fechas.

Tomás Polo y Catalina también estudió en la Universidad de Zaragoza y tras participar en los Sitios se trasladó a Córdoba y más tarde a Sevilla para encontrarse con su hermano Juan. Los datos que se conservan de él dicen que participó en las Cortes de Cádiz como secretario y que una vez concluida la Guerra, fue oficial del Archivo de la Secretaría del Despacho de Hacienda en Madrid hasta 1837, año en que se jubiló.

El 6 de agosto de 1811 de aprobó definitivamente la Ley de Abolición de Señoríos, norma por la que Juan Polo tanto luchó, de su iniciativa es la desaparición de los calificativos de señor y vasallo, así como que todos los impuestos que originariamente pertenecían a los lugares de realengo pasaran a la Hacienda Pública. “Quedando incorporados a la Nación todos los señoríos jurisdiccionales de cualquier clase y condición que sean”. Procediéndose al nombramiento de todos los justicias y demás funcionarios públicos, en el mismo orden y según se verifica en los pueblos de realengo.

Fue precisamente esta ley la que sirvió para que Villanueva de Gállego dejase de ser barrio para convertirse en lo que hoy és. La peripecia de Juan fue conocida por su familia y éstos seguramente la dieron a saber entre sus allegados de las fábricas del Comercio y de aquí a Villanueva hay un paso. La trascendencia que tuvo la noticia, de que uno de los padres de este Decreto tenía vinculación con el pueblo, hizo que se convirtiera en leyenda y por tanto en mito fundacional de Villanueva de Gállego.

Carlos Urzainqui Biel 4 de junio de 2011

*En la foto, el Barrio del Comercio.

Torre del Bayle

Torre del Bayle

Esta casa de campo villanovense se encuentra enclavada entre el barrio del Comercio y el río Gállego, junto al camino que conduce al azud de la Cartuja de Aula Dei. Por su estructura cuadrangular recuerda una villae con su patio cerrado por los edificios que lo rodean, aguas adentro. Anexo a la casa principal están las dependencias auxiliares, almacenes y cuadras. El patio está separado del exterior por un enorme portalón que comunica el conjunto con la tierras de labor, que tambien recuerdan a una cuadrícula o centuriación romana. No sería de extrañar que el origen de su construcción fuera este período de nuestra historia antigua. La torre es la única que permanece habitada de manera tradicional en Villanueva, es decir con presencia permanente de su administrador o torrero que cuida de la finca, constituye por tanto un resto etnográfico de primer orden del hábitat dominante en la huerta zaragozana durante siglos.

Bayle era en el antiguo Reino de Aragón y más tarde durante la Corona, el Oficial real encargado de la administración del patrimonio regio. Según fuero aprobado en Cortes celebradas hacia 1300 tenía que ser aragonés y no podía ser judío. Entre sus atribuciones figuraba la recaudación de las rentas reales procedentes de los derechos de peaje, salinas, explotación de minas, ocupación de bienes, arrendamiento de cualquier derecho real y en su defecto, ejercer su administración. Poseía jurisdicción civil y criminal en el empleo de su cargo. También los antiguos monarcas aragoneses gobernaban “por baylia de Dios” o delegación del Altísimo.

Pero entonces ¿Qué importante personaje dió nombre a esta antigua casa de campo situada en Villanueva de Gállego? En algunos documentos que se conservan de los siglos XVII Y XVIII se la cita como “Torre del Gobernador” o “cabaña del Gobernador”. Siendo a partir del siglo XVIII cuando ya se popularizó su actual denominación. En el recuento de Cumplimiento Pascual celebrado en 1804 se dice que era posesión del Conde de Robres y una de las casas que más diezmos aportaban a la Parroquia. El primer titular del condado se llamaba Bernardo de Pons y Turell y ocupó el cargo de Regente de la Chancillería en el Supremo Consejo de Aragón. En mi opinión se trataría más de una residencia campestre de la institución en sí, más que de una determinada persona que ocupó el cargo en un momento dado. Un dato que avalaría esta idea es que en 1513 D. Alonso de Aragón, Arzobispo de Zaragoza e hijo de Fernando II el Católico, nombra procurador a su criado Juan de Aguerri y le ordena tomar posesión de las heredades «que el rey le ha dado» y que están situadas en el término de Mezalar». Precisamente la torre del Bayle se levanta junto al antiguo “Soto de Merzalar”. En el Amillaramiento de 1850 se dice que tiene una extensión con más de cien hectáreas en su mayoría poblada de sotobosque y una mínima porción de tierra cultivada (4 has).

En el primer tercio del siglo XX la finca perteneció a Don José Baqué, comerciante zaragozano de aceites, poseía entonces 91 hectáreas de cultivo todas ellas de regadío. En ella trabajaban muchos vecinos de San Juan de Mozarrifar, esto hizo que durante la II República el Ayuntamiento villanovense exigiera la aplicación de la Ley de Reforma Agraria en esta propiedad con el fin de que fuera administrada por los excentes agrícolas de Villanueva, en total sesenta y seis vecinos del pueblo que en aplicación de la Reforma “llevarían” un tercio de las tierras.

Carlos Urzainqui Biel 26 de mayo de 2011

Elecciones municipales del 12 de abril de 1931

Elecciones municipales del 12 de abril de 1931

Las Elecciones municipales celebradas en 1931 fueron muy especiales en toda España tanto por su trascendencia política como por su proyección posterior, ya que marcaron lo que iba a ser la nación durante el resto del siglo, hasta casi nuestros días. He recogido del diario La voz de Aragón, la noticia de los sucesos que siguieron a ese día en nuestra localidad donde, según el periódico “la Proclamación de la República, (produjo) indescriptible entusiasmo”. Por su interés histórico y documental repoduzco casi literalmente la misma (entre paréntesis son añadidos míos):

En pocos pueblos de España habrá tenido el entusiasta recibimiento que en (Villanueva de Gállego) el advenimiento del nuevo régimen. Después del ajetreo electoral, en el que los republicanos consiguieron el copo con sus diez concejales, el martes (14) por la mañana fueron llegando noticias algo confusas, e inmediatamente varios directivos se trasladaron a Zaragoza para inquirir (resultados) teniendo que volver en seguida para tranqulizar los ánimos un tanto excitados, pues puede decirse que de los republicanos, no trabajaba casi nadie esperando órdenes por teléfono que continuamente eran pedidas a Zaragoza.

Por fin se acordó ir nuevamente a la capital, para lo cual el concejal republicano saliente señor Martes, puso a disposición su magnífico automóvil en el que a las seis y cuarto de la tarde traían la grata nueva. El desbordamiento espiritual fue unánime e indescriptible, ya por teléfono (habían confirmado la noticia anteriormente). La bandera tricolor ondeaba en el casino desde la una de la tarde. Inmediatamente se organizó una manifestación con la banda de música entonando La Marsellesa por todas la calles del pueblo, siendo coreada por todo el público que, descubierto, volcaba su corazón dando vivas entusiastas y ensordecedores a la República, a Galán, a García Hernández, a los presos, a España republicana y a los salvadores de la patria.

 Las banderas eran llevadas por simpáticas jóvenes (quienes portaban) la escarapela tricolor. En una de (éllas) iban las fotografías de Galán y Hernández. Por la noche se organizó un baile y se acordó que al día siguiente no trabajase nadie, para conmemorar el día del advenimiento de la República.

 El miércoles (15) a las seis de la mañana la banda de música, que tan bien dirige don Evaristo Bernal, nos despertó con una hermosa diana. A las ocho se consituyó el nuevo Ayuntamiento republicano, aunque no corría prisa porque republicano era (también) el anterior, acordándose dar fiesta a los niños de los diferentes colegios para que disfrutasen del general regocijo. Por la tarde y cuando mayor era el entusiasmo, se presentó un autobús cargado de estudiantes a los que la gente aclamó y ovacionó con un delirio indescriptible, organizándose otra (nueva) manifestación, mayor (incluso) que la del día anterior, puesto que el paro en este día fue general, haciendo el mismo recorrido por las calles con banderas y el estandarte estudiantil, que fueron arrebatados por las valientes mozas que se disputaban tal honor.

 Imposible describir el entusiasmo y la emoción que al terminar los discursos de varios oradores espontáneos, ponían todos los vecinos en sus vivas. Desde la terraza de la Casa Ayuntamiento tres estudiantes dirigieron la palaba al auditorio, siendo ovacionados todos ellos al terminar. (Concluida) la manifestación comenzó el baile en la plaza que duró hasta la una de la madrugada, (hora en la) que todos estaban ya afónicos por los repetidos vivas y rendidos por el ajetreo de dos días de emoción tan intensa. (Concluye la reseña) en Villanueva, lo mismo que en toda españa, los republicanos han dado una prueba de sensatez nunca bastante ponderada, pues no hubo que lamentar el más pequeño incidente.

 Para tener una idea de lo que sucedió realmente quisiera añadir un dato que puede resultar significativo. El 12 de abril estaban convocados a las urnas 512 villanovenses, de los cuales ejercieron su derecho 250, es decir votó el 49% del censo. En estas elecciones resultó elegido Alcalde D. Ángel Férriz Sanz y concejales: León Guillén Martínez, Santiago Lisón Rupín, Pablo Acín Salafranca, Vicente Guillén Martínez, Santiago Baudín Gracia, Vicente Serrano Corellano, Fermín Orobia Pérez, Vicente López Marqués y Faustino Biel Ginés (mi abuelo materno).

Carlos Urzainqui Biel, 17 de mayo de 2011, recogido de La voz de Aragón, sábado 18 de abril de 1931 (pág.12). Ochenta años y treinta y tres días después de los acontecimientos. Un año y un día después de iniciar la andadura con el Retabillo.

* Fotografía: Fachada del viejo ayuntamiento villanovense, construido hacia 1920 y derribado sesenta años más tarde.

San Isidro

San Isidro

Las Fiestas de San Isidro son relativamente recientes, hasta los años cincuenta del siglo XX no existía esta devoción en Villanueva. Fue en esa época y en pleno nacional catolicismo cuando la Cámara Sindical Agraria de Zaragoza decidió celebrar la fecha en la capital, poco después la institución intentó que la tradición se trasladara a los pueblos de la provincia, buscando para ello "un marco más adecuado que el urbano". De esta manera llegó San Isidro a Villanueva de Gállego, otro dicen que en tren y equivocadamente.

El 16 de mayo de 1952 el diario aragonés del Movimiento "Amanecer" comentaba cómo se había celebrado el día anterior San Isidro en nuestra localidad, con presencia de las más altas instituciones agrarias de la provincia.

"En una mañana luminosa el Santo con su yunta guiada por los ángeles va contemplando los campos verdes y amarillos, no tan buenos como era de esperar ni tan malos como aquellos años atroces de la ’pertinaz’ sequía" en un pueblo en el que abundaban tractores oruga "Fordson", "Diesel", etc., los labradores villanovenses se felicitaban "por no haber padecido el ’mosquito’ y se lamentaban por la falta de agua". La procesión iba precedida por "bellas muchachas portadoras de frutos que ofrecerle" (Ascensión Cativiela, Antonia Jiménez, Conchita Lorén, Pilarín Orobia, Elvira Encuentra y Ana Mª Millán) cestas que luego se entregarían en el templo al ’Santo de los campos’.

Concelebraron la misa cuatro sacerdotes entre los que se encontraban el Rector del Seminario Diocesano (Manuel López Antal), el Dean del Pilar (Julián Nieto) y el Canónigo Julián Matute quien predicó un elocuentísimo sermón. La banda de música, dirigida por Lorenzo Suñer, acompañó la función religiosas interpretando la misa de Pío X y al final de la ceremonia se distribuyó entre los fieles el ’Pan bendito’. En el edificio de la Hermandad sindical de labradores se ofreció una comida.

Efectivamente el día arraigó sin grandes variaciones, de hecho poco a poco cada quince de mayo los villanovenses comenzaron a vestirse con el traje regional, para conmemorar el patrón de la Cámara Agraria y es que la festividad estaba organizada por esta agrupación sindical. Así siguió haciéndose hasta que llegó la Transición y comenzaron las demandas por "democratizar" las Fiestas, la Institución en peligro de desaparecer tan apenas podía contribuir con los actos oficiales (misa y Vermuth en el casino) y poco más. De esta manera el Ayuntamiento se hizo cargo de los festejos y la celebración gremial se convirtió en popular. Poco a poco San Isidro se fue llenando de contenido; primero las imprescindibles vaquillas, luego la Banda de música eligió este día para su reaparición en 1982 (tras quince años de ausencia) bajo la batuta de Jesús Peralta Macaya y a partir de 1988 con la celebración del Certamen de pintura en homenaje a Francisco Pradilla. Hasta llegar hoy día en que se han convertido en las Fiestas pequeñas de Villanueva.

La devoción a San Isidro arraigó tan rápidamente en Villanueva que poco después de su implantación, un nuevo barrio que creció en los años sesenta del siglo XX a ambos lados de la carretera de Castejón llevó el nombre del patrón de los labradores, de hecho la denominación oficial del Tinajón es precisamente "Barrio de San Isidro".

Carlos Urzainqui Biel, 11 de mayo de 2011

* La fotografía que ilustra esta entrega fue prestada por Pilar Lisón, a quien agradezco su amabilidad.

Santa Walpurgis

Santa Walpurgis

En el documento que acompaña a las Santas Reliquias aparecen mencionados imnumerables santos, papas, mártires, etc., pero hay un resto en particular que me llama la atención sobre todos los demás vestigios venerados. Se trata de Santa Walburga hija del rey Ricardo de Anglia o de los anglos. Nacida en Devonshire (Inglaterra) hacia 710 murió en Heidenheim (Alemania) el 25 de Febrero de 777. Su padre, que también es santo como su tío Bonifacio, quiso peregrinar a Tierra Santa dejando a Walburga en un convento cerca de Ratisbona a la edad de once años. Parece ser que era bastante espabilada y demostró tener muchos conocimientos sobre remedios vegetales, tal es así que la gente acudía a su retiro en busca de curaciones para sus males, lo que le hacía parecer ante la devoción popular una mujer santa. Era también muy culta de hecho es considerada la primera escritora en latín tanto en Inglaterra como en Alemania.

Su festividad se celebra cada primero de mayo siendo patrona de numerosas ciudades alemanas e incluso de las comunidades protestantes del norte de Europa, es invocada como protectora especial contra la hidrofobia, las tormentas, la rabia o el mal de perro (hombres lobo), así como por los marineros durante las tempestades. Cuenta su leyenda que cruzando el Canal de la Mancha hubo una tormenta que élla misma aplacó con sus oraciones. En el norte de Europa la noche de Walpurgis es “la noche de las brujas” y anuncia la llegada de la primavera, es tradicion en estos países que los jóvenes de la localidad hagan figuras con ramajes, corten el abeto más grande del bosque y lo lleven a la plaza del pueblo, decoren las casas de las chicas que les gustan con macetas, etc. ¿Les suena?

La tradición de Walpurgis es sin duda anterior tanto a los germanos como a los romanos y hunde sus raíces en los ritos celtas de culto a la naturaleza. Una divinidad similar para los romanos era la diosa Flora que anunciaba la Primavera, muy cerca de Villanueva, junto al puente del ferrocarril que cruza el Gállego en San Mateo, se encuentran las ruinas del santuario de Nª. Sra. de los Santos. En este lugar se dice que estuvo ubicada la Manssio Gallicum y en él hubo un templo levantado en honor a la Diosa Flora (según noticias recogidas por el Padre Facy en su historia eclesiástica de Aragón). Pues bien a este sitio marchaban en romería los villanovenses cada més de abril o principios de mayo hasta el siglo XVII, por esas fechas el convento fue adquirido por los padres Agustinos, quienes cortaron las romerías y actos populares debido a los tumultos e incidentes que se producían. Coincide el arraigo de la devoción a las Santas Reliquias precisamente, con el abandono a la tradición de Nuestra Sra. de los Santos. Por tanto el culto a las Reliquias que vinieron de Ratisbona, via Roma y que hoy son las Fiestas patronales de Villanueva, serían sustitución y continuidad de la devoción que se tenía en el pueblo por la Virgen de los Santos, patronazgo que venía a su vez de los antiguos ritos de culto a la naturaleza.

Se conservan escritos de visitas pastorales en la Parroquia del Salvador, correspondientes al siglo XVIII, en los cuales el enviado del Arzobispo le dice al cura que en el retablo de las Reliquias hay figuras oscenas que deben ser sustituidas, por algo será. Incluso en algún escrito he encontrado la mención “Nuestra Sra. de las Santas Reliquias” y que curioso, en las Santas Reliquias se hace mención a una Santa (Walpurgis) cuya celebración es la trasposición de la diosa Flora de los romanos, esa que adoraban en Villanueva, antes de ser Villanueva.

Carlos Urzainqui Biel, día de Walpurgis de 2011

*Fotografía: Ruinas del convento o Santuario de Nuestra Sra. de los Santos.

Soldados de Salamina, en Villanueva

Soldados de Salamina, en Villanueva

Cuando vi la película, basada en la novela de Javier Cercas, recordé una historia que siempre he oido a mis mayores sobre la Guerra civil en Villanueva que, como todas las guerras, está llena de vilezas pero también de las mejores grandezas. Contaba en cierta ocasión un viejo republicano que en 1900 el pueblo se dividió en dos bandos por el nombramiento de médico titular. «Convirtiéndose en una lucha crónica que se fue repitiendo en cada uno de los problemas y sucesos que desde ese momento fueron surgiendo en la localidad». Perdieron este primer envite los republicanos del pueblo y crearon una sociedad de socorros mútuos llamada “Unión Villanovense”. En otra entrada hablé de Avelino Casaled, el practicante del “Casino de abajo” hoy lo haré del médico que se llamaba Manuel Rodríguez y del Farmaceútico del pueblo, Juan José Lafuente. Este último era muy querido por todos, quizás una de las razones de este reconocimiento es producto de un hecho acaecido en 1917 en esas fechas el farmaceútico se dirigió al Ayuntamiento para solicitar prestar servicios benéfico-sanitarios de acuerdo con el artículo 93 de la entonces vigente Ley para Instrucción de Sanidad, con el fin de abonarle 90 ptas. al año por el «suministro de medicamentos a las familias póbres que tengan derecho a éllos» según una lista confeccionada al efecto. En definitiva se trataba de que los más necesitados pagaran menos por medicinas, sería algo muy similar a lo que hoy son las recetas de la Seguridad Social pero abonada la diferencia por el Consistorio.

El caso es que tras el Alzamiento del 18 de julio tanto este médico como el farmaceútico fueron acusados de republicanos, detenidos y subidos a un camión con destino a ninguna parte. En esa situación se encontraban ambos cuando el oficial del destacamento militar encargado de custodiarles reconoció a Manuel Rodríguez, parece ser que eran viejos amigos no se si de pueblo, de la infancia o de estudios. El militar le preguntó al médico ¿qué hacía subido en el camión? y si sabía que destino le aguardaba, su amigo le dijo que se lo imaginaba. El soldado le odenó sin pensar que bajara inmediatamente de allí, a lo que Manuel respondió que tan culpable como él era “Don Juan José” (como le llamaba todo el mundo con profundo respeto) y que prefería correr la misma suerte que el farmaceútico. Efectivamente los dos bajaron del camión y ese día salvaron sus vidas gracias a la inercesión de un militar del que nunca se ha sabido cual fue la suya.

Don Manuel marchó a Zaragoza y se estableció como dentista, los villanovenses continuaron bajando a su consulta y, a pesar de estar poscrito, junto con otros galenos represaliados entró a formar parte de una sociedad médica en la que llegaron a cotizar en su día muchos vecinos del pueblo. En cuanto a Juan José Lafuente siguió con su farmacia en el Barrio Bajo, personas que lo conocieron dicen que se volvió más taciturno y reservado, sobre todo tras el fallecimiento de su mujer y de su único hijo, él vivió hasta finales de los años cincuenta y aún es recordado en Villanueva con cariño.

Sirva esta entrada como homenaje a tres personas cuyas vidas se cruzaron en un determinado momento crítico poniendo por delante su sentimiento de amistad por encima de cualquier otro interés y sobre todo, a los dos facultativos villanovenses cuyo único delito consistió en no estar en el bando ganador.

* La fotografía corresponde a la sede de la Unión Villanovense o Casino de abajo.

Carlos Urzainqui Biel, día de San Jorge de 2011

Semana Santa en Villanueva, hace unos años

Semana Santa en Villanueva, hace unos años

Un viejo documento que se conserva en la Parroquia del Salvador recoge las “procesiones y otras fundaciones del estilo” en Villanueva de Gállego hacia 1818. En cuanto a la Semana Santa se refiere las celebraciones comenzaban el Viernes de Dolores (justo antes del Domingo de Ramos) con la subida al Calvario entonando el Miserere y rezando al mismo tiempo las Estaciones y el Rosario. El Jueves Santo, poco antes del anochecer se volvía al Calvario cantando solamente el Miserere, terminando la función con el Christus factus est obro nobis y la oración Respice qad sumus super home familiam tuam. El Viernes Santo al salir el sol, partía una procesión desde la “Yglesia” que continuaba dando vueltas al mencionado Calvario con el solo rezo de las Estaciones. Por estos actos pagaba el pueblo de los Bienes Propios, dos Censos que tenia sobre si y que ascendían a la cantidad de siete sueldos más cuatro dineros por dos años (la mitad cada uno).

El calvario se encontraba ubicado aproximadamente en lo que es hoy la intersección de las calles Miguel Servet, Ronda y Santa Catalina, justo al lado de la ermita que correspondía a esa titular y muy cerca de donde estaba el Hospital del pueblo. Desde este mismo sitio también se celebraba cada tres de mayo, una ceremonia muy tradicional hasta hace unos años, la Bendición de términos. No hay que olvidar que este punto es el de mayor altitud de Villanueva con unos 263 mts., sobre el nivel del mar y sobre todo la importancia que tenía la agricultura en el pueblo hasta hace bien poco.

A finales de ese mismo siglo el párroco del pueblo escribía quejándose de que, a la hora de celebrar los oficios religiosos de estas fechas tenía serios problemas, debido a la poca fe que había entre el vecindario y a que los feligreses verdaderamente devotos, preferían coger el tren la tarde del Viernes Santo y marchar a Zaragoza para ver la procesión del Santo Entierro. Lo que no menciona el cura era la costumbre, bastante extendida entre los villanovenses, de acudir ese mismo día al Pilar antes de que dieran las tres de la tarde para pedirle algún favor a la Virgen, tradición que aun se sigue practicando y que consiste en la creencia de que si le pides tres deseos al Pilar cuando éste está descubierto, al menos se concede uno.

Hasta hace unos años recuerdo que las celebraciones eran muy austeras y tan solo se limitaban a los oficios dentro de la iglesia y la procesión del Domingo de Ramós con las grandes palmas que portaba el Ayuntamiento, por cierto era tradicional colgar las palmas en algunos balcones todo el año, lo cual debe tener algún significado mistérico como ahuyentador de los malos espíritus. También se decía que los ramos se quemaban y que con sus cenizas se impregaban en las cabezas de los fieles el primer miércoles de Cuaresma. Pero el rito más inolvidable eran las “carraclas” con estos artefactos de madera que asemejan a tacos golpendo una tabla, los chavales invadían el pueblo el mediodía de Viernes Santo convocando a los villanovenses a los oficios que eran seguidos por el Viacrucis, en el que los asistentes portaban unos magníficos faroles alumbrados por velas y que ahora han sido felizmente restaurados y rescatados.

Carlos Urzainqui, Domingo de Ramos de 2011

El motín de la Güera

El motín de la Güera

A mediados del siglo XIX se construyó una “güera” o rambla en el monte de Villanueva de Gállego, para desviar el agua que bajaba por la Val y que no pudo remediar la tremenda inundación que se produjo en verano 1923.Para evitar posteriores desastres se amplió este desagüe con una mota de tierra que desviara en lo posible las aguas hacia la Sarda. El problema es que este caudal se orientaba hacia el barranco de San Miguel y de ahí a la vecina San Juan de Mozarrifar (muy afectada también por las inundaciones de ese mismo año). Se quejaron los vecinos de este barrio zaragozano, y algún terrateniente del lugar, al Gobernador Civil de la provincia, quién remitió una orden al Ayuntamiento de Villanueva, tras los informes pertinentes,con el fin de que derribaranla veta ampliada.El consistorio villanovense se reunió en pleno extraordinario el 17 de agosto de 1926 para informar de la situación al vecindario, ya que éste debia colaborar en su soterramiento por medio de trabajos “vecinales” a partir del 20 de ese més, so pena de intervención del orden público.

El sábado 21 de agosto el muro de tierra permanecía en su sitio, mientras los villanovenses se negaban a realizar esta labor que ponía en riesgo su casco urbano. Esa tarde, mientras varias personas se encontraban congradas en la plaza de la Constitución, la Guardia civil hizo acto de presencia en el pueblo a caballo, rodeando a los reunidos. Entre los heridos por golpe de sable estuvo un señor al que abrieron una brecha en la cabeza, aunque sin sufrir graves contusiones. Su nombre era Pascual Arroyo y bajaba junto con su mujer a la concentración de la plaza. La esposa al ver a su marido herido se concaró con el Civil, al que si parece ser agredió llegando incluso a desmontarlo del caballo (al menos eso cuenta la leyenda). Elena Porta, que vivió aquellos sucesos siendo una niña, me contaba que en la herrería del “tío Lamana” que se encontraba situada en la plaza, junto a la torre vieja, la gente se escondía tras las trilladoras lanzando piedras y otros objetos a los civiles, quienes no podían llegar con sus espadas a los agresores. Ante la avalancha la gente se subió a los tejados y comenzó a tirar piedras a los guardias, en definitiva toda una revuelta popular que todavía es recordada en la población.

Lo acaecido ese día en Villanueva traspasó las fronteras locales y regionales, haciéndose éco la prensa nacional (ABC, La Vanguardia, entre otros). De los diarios regionales,La Voz de Aragón de filiación republicana, resaltó la existencia de tres heridos y varios contusos, así como la presencia de un delegado del Gobernador civil para «aquietar los ánimos y añadir que lo que se había de demoler era tan solo una parte añadida hacía poco». Según los villanovenses dicha güera había existido “desde tiempo inmemorial”. Restablecida la normalidad, la Guardia civil abandonó el pueblo que había tenido “ocupado” durante unas horas.

El Gobernador tuvo que dar explicaciones diciendo que había hablado con el alcalde y concejales para que tranquilizaran al pueblo y se fijara la fecha de la demolición, ante lo cual «aumentó la efervescencia, notificándome que era necesaria la fuerza de la Guardia civil, pues se oponían los vecinos». El Noticiero (diario católico) Hace responsable directo de lo ocurrido al Gobernador quien explica: «Dispuse que inmediatamente se cumplieran mis órdenes y al jefe de la Comandancia para que concentrara unas parejas de la Caballería y otras de Infantería, por si fueran necesarias; además mandé a Villanueva la comandante Garalena, muy querido en dicho pueblo, para apaciguar los ánimos y hacer entender que el gobenrador ni puede ordenar nada perjudicial al pueblo, ni consentir la menor desobediencia a las órdenes de su autoridad». Concluyendo el vecindario por “colaborar” en el derribo de una parte de la rambla y no toda.Todavía hoy se puede visitar esta obra comunal que tiene una longitud de unos quinientos metros y llega a medir una altitud de tres.

Estas noticias alteraron todavía más a los villanovenses, quienes acusaron al Ayuntamiento de lo sucedido en la tarde de ese sábado de agosto e incluso se llegaron a cantar coplillas alusivas al asunto, ante lo cual no quedó más remedio al Pleno que presentar su dimisión. Siendo sustituido el Ayuntamiento por orden gubernativa en los primeros días de septiembre de ese mismo año.

La fotografía no es de muy buena calidad, pero fue obtenida por Heraldo de Aragón durante las Fiestras patronales de ese año en la misma plaza donde se habían producido los sucesos y puede muy bien ilustrar el ambiente existente el día de la revuelta.

Carlos Urzainqui Biel, 10 de abril de 2011

Las Santas Reliquias de Doña Juana

Las Santas Reliquias de Doña Juana

Cuenta la leyenda que las Santas Reliquias llegaron a Villanueva de Gállego gracias a la intercesión de una importante señora quien accedió a la solicitud de un sacerdote del pueblo, quien viajó a Roma con el fin de conseguir unas reliquias con que poder venerar en nuestra iglesia. Según el memorial que se conserva en la parroquia villanovense, el relicario pertenecía a Dª Juana de Córdoba Cardona y Aragón que era esposa de Don Antonio Fernandez de Córdoba y Cardona, quinto duque de Sesa, Embajador de la Corona española ante el Papa y nieto del Gran Capitán entre otras cosas.

Doña Juana era la hija mayor de Diego Fernández de Córdova, llamado “el Africano” por haber nacido en Orán y por ser gobernador de esta plaza norteafricana durante varias ocasiones. Por parte de madre descendía de un hijo de Fernando I de Aragón llamado Enrique y que fue el primer duque de Segorbe. Desconozco el grado de parentesco que tenía con su marido pero sí que se casaron en la villa de Tora (Cataluña) el 19 de Junio de 1578, llegando a tener de esta unión doce hijos. Acompañó a su esposo durante la estancia en Roma y más tarde en Valladolid, donde fue Mayordomo Mayor de la Reina Margarita. En esta ciudad falleció el duque de Sesa en 1604 tras lo cual élla se recluyó en Baena hasta su muerte en 1615, siendo en esta localidad andaluza donde está enterrado el matrimonio.

La duquesa de Segorbe (tal era el título de Doña Juana) entregó las reliquias estando en Roma en abril de 1598 al doctor «Juan Rodríguez de Villanueva, presbítero seguntino» con la condición de que «se tengan perpetuamente en pública veneración, como en la Cartuja o Monasterio de Ratisbona donde fueron veneradas». En algunos escritos se dice que seguntino es el oriundo de Sigüenza (Guadalajara), pero es posible que el documento en cuestión se refiera a Segorbe (Castellón) y que el mencionado presbítero lo fuera de esta ciudad, aunque nacido en nuestro pueblo. Ésta sería la razón por la que Juan Rodríquez tuviera la vinculación suficiente con la embajadora como para poder obtener el relicario que terminaria siendo Patron de Villanueva.

Las Santas Reliquias se encontraban primitivamente en la cartuja de San Vito, en la ciudad alemana de Ratisbona. Precisamente en esta ciudad se produjeron enfrentamientos importantes entre católicos y protestantes durante ese siglo, quizás por la negación violenta que tenían éstos hacia los restos sagrados, pues llegaron a incendiar el citado cenobio. La Orden cartujana decidió poner a salvo aquellos vestigios que consideraba divinos y trasladarlos a la cartuja de Nuestra Sra. de los Ángeles en Roma donde permanecerían hasta 1594, año en que pasaron a manos de Doña Juana. Ésta era señora jurisdiccional de Segorbe, donde poseía un administrador que cuidaba de sus rentas y administraba el señorío en su nombre y por tanto controlaba tanto la vida civil como religiosa.

Tras la Contrareforma y el Concilio de Trento, los sacerdotes católicos buscaban objetos sagrados que recordaran a los santos y mártires más venerados en su entorno, como manera de reafirmar la fe y marcar su distancia con el luteranismo. Villanueva en este sentido no iba se ser una excepción, por otra parte parece ser que en origen la finalidad de las Reliquias era velar una capilla funeraria, sin embargo su devoción en el pueblo ya era popular a principios del siglo XVII.

Carlos Urzainqui Biel, 29 de marzo de 2011.

*En la fotografía Enrique Miravete Salafranca, sacristán de Villanueva de Gállego, junto a las Santas Reliquias.

Francisco Pradilla y el Marqués de Linares

Francisco Pradilla y el Marqués de Linares

José de Murga y Reolid era hijo segundón de una rica familia vasca que había cosechado una inmensa fortuna con sus negocios en Cuba y los ferrocarriles. Nació en Madrid hacia 1833, recibió una educación burguesa y liberal a lo largo de numerosos viajes por países europeos. La temprana muerte de sus padres y hermanos contribuyeron a que toda la herencia familiar recayese en sus manos, convirtiéndole de esta manera en uno de los hombres más ricos de España, aunque todavía le faltaba un peldaño por escalar en la pirámide del reconocimiento social. Su oportunidad llegó con Amadeo de Saboya, quien le recompensó con el marquesado en 1872 por su fidelidad y apoyo. Fue entonces cuando adquirió el terreno donde levantaría su famoso palacio en la plaza de Cibeles.

Don José proyectó en este edificio no solo su riqueza, sino también los conocimientos que había adquirido a lo largo de sus viajes. Con un gusto exquisito e ilustrado decoró la que iba ser su vivienda desde la soberbia escalera principal, construida con mármoles de Carrara, a las galerías superiores con decoración popeyana, completaban sus salones tapices de la Fábrica de Gobelinos, suelos con maderas exóticas, lámparas francesas, alfombras de la Real Fábrica de Tapices o el salón oriental con telas chinas. Entre los pintores que intervinieron en este espacio también figuró nuestro Francisco Padrilla Ortíz.

A Pradilla, que por entonces ya era un reconocido y cotizado pintor entre la burgesía madrileña, le correspondió adornar parte de la escalera principal y el salón de baile. Ésta es, sin duda, una de las piezas más impresionantes del palacio, de forma oblicua da a la fachada principal del edifico sobre la entrada. Llama la atención el techo pintado sobre fondo azul, poblado por personajes mitológicos entretejidos con adornos florales. Las paredes están cubiertas con cuadros alusivos a la música como el que representa a un trovador (tema recurrente en muchas de sus obras) o señoras observando la escena. La habitación se complementa con marcos sobredorados y amplios ventanales que dan al recinto sensación de amplitud y luminosidad.

En 1900 se concluyó la obra y poco después murieron los marqueses, pero con el fallecimiento sin hijos de los Murga nació la leyenda. Comenzó a correr por la Corte la historia de que el matrimonio eran en realidad hermanos ya que ella (Raimunda Osorio) era fruto de una supuesta relación incestuosa del padre del Marqués con una cigarrera del barrio de Lavapiés. Al descubrirse el lío gracias a una confesión del progenitor de don José, que ya se había opuesto a esta unión, poco antes de morir. El Papa Pío IX les concedió licencia para vivir juntos pero sin cohabitar. A pesar de esto el matrimonio tuvo una hija a la que habrían asesinado y enterrado entre las paredes del palacio. En los años ochenta del siglo XX saltaron a la prensa unas supuestas “psicofonías” en las cuales se escuchaba a la pobre criatura vagar por los salones de su casa. Apoyaba esta tesis la presencia de dos misterioras niñas que se asomaban al salón de baile entre las penumbras y que parece ser evocaban a esta supuesta descencia. Pues bien estas dos pequeñas no eran otras que las hijas de Francisco Pradilla, a quien su padre quiso inmortalizar asomándolas curiosas para ver lo que sucedía allá abajo, se da la triste circunstancia de que Pradilla pintó el Salón hacia 1886 y que poco después falleció la más pequeña de las dos.

* La foto corresponde al techo del Salón de baile del Palacio de Linares y tengo que agradecer a un amable guardia de seguridad que, al enterarse de que yo era del pueblo de Don Francisco, me dio todas las facilidades para sacar la imagen.

Carlos Urzainqui Biel, 21 de marzo de 2011 (Solsticio de primavera)

Tomás Alvira Martín

Tomás Alvira Martín

Fue el creador de una saga de docentes que iniciarron su andadura en Villanueva de Gállego como Maestros nacionales. Tomás Alvira Martín nació en Alcubierre (Huesca) el 21 de diciembre de 1842. Obtuvo el título profesional de maestro elemental el 16 de septiembre de 1869 en la Escuela Normal de Zaragoza e inició su andadura docente poco después como interino y a partir de 1871 en Farlete, donde obtuvo plaza de primeras letras por oposición. En esta localidad monegrina ejercería su profesión hasta que accedió por Concurso el 31 de enero de 1878, a la plaza de maestro en Villanueva de Gállego con una asignación anual de 852,50 ptas. Tomó posesión cinco días más tarde y ejerció la enseñanza en la escuela pública hasta su fallecimiento, ocurrido veintiun años después el 6 de noviembre de 1899.

El Ayuntamiento y su Junta municipal de Educación agradecidos, le concedieron un diploma de honor expedido el 3 de junio de 1888 y en el que premiaban la labor de Tomás Alvira Martín «en vista de los adelantos que han experimentado los niños que están a su cargo» pero no solo éstos pasaban por sus aulas. En su hoja de servicios, que se conserva en el Archivo de la Administración, aparece resaltada su dedicación especial a la Escuela de adultos, sobre todo «en la temporada de invierno». Parece ser que Alvira enseñaba a sus alumnos solfeo y música, seguramente como educandos destinados a la Banda municipal y por tanto a él se debería la consolidación de la orquesta que tantos años ha perdurado en el pueblo. También me han contado de este señor una anécdota entrañable y es que por Navidades regalaba a sus alumnos “una perra gorda en participaciones de lotería”. También recoge su expediente que fue propuesto para la concesión de la medalla de Isabel la Católica.

Una muestra de su preocupación por la marcha de la enseñanza en el mundo rural es un artículo publicado en el Diario de Avisos el 30 de septiembre de 1897 en el que manifiestaba las precarias atenciones que poseían en aquellos tiempos los profesores de primera enseñanza y de lo sumamente olvidadas que estaban sus necesidades, carencias que podían hacer imposible «en un futuro no lejano el ejercicio del Magisterio». El maestro Alvira fue muy querido por toda la población y aun sigue siendo recordado por los más mayores con afecto, pues parece ser siempre estuvo muy cercano a las necesidades de sus convecinos.

Había contraído matrimonio el 14 de julio de 1870 con Antonia Belzunce Carceller, de esta unión nacieron 12 hijos de los cuales llegaron a la edad edulta 7, de éllos el más conocido fue Silvestre Tomás Alvira Belzunce que nació en Villanueva el día de Nochevieja de 1878 y del que se hablará en otra entrada. Tomás Alvira Martín falleció en Villanueva de Gállego a los cincuenta y cuatro años el 7 de noviembre de 1899. Su entierro fue recogido en la prensa local como una impresionante manifestación de duelo a la que asistieron no sólo villanovenses y sus autoridades municipales sino vecinos de localidades próximas.

* Fotografía de Tomás Alvira Martín, gentileza de su bisnieta Pilar Alvira

Carlos Urzainqui Biel, 11 de marzo de 2011

Campo del pino

Campo del pino

Se encontraba ubicado junto al Gállego, entre el río y la torre de Guallart, muy cerca del paseo de los plátanos. Se llamaba así por que en este campo existía un pino de grandes dimensiones. Era un árbol muy querido para los villanovenses por su singularidad y cargada de simbolismo, pues era uno de los lugares preferidos por los vecinos para celebrar el “Cinco de marzo”. Hasta este lugar acudían en romería y bajo su tronco se colocaban los músicos para alegrar y amenizar la velada. Era tan grande su copa, que ésta daba sombra a toda la orquesta compuesta por unos quince ejecutantes. No se sabe bien su antigüedad pero en un plano militar, fechado hacia 1883, aparece mencionado el llamado “árbol de la libertad” en un lugar muy próximo (esta tradición de árboles de la libertad estuvo muy difundida en el siglo XIX, era habitual, que a su alrededor, se celebraran fiestas generalmente de carácter político).

El recuerdo de la escaramuza carlista protagonizada por Cabañero y repelida por los zaragozanos en 1838 también era celebrado en Villanueva de Gállego. Ese día las cuadrillas volvían a salir al campo con sus meriendas, hasta que la contienda civil de 1936 y la posterior Dictadura franquista cortó esta celebración de manera oficial, aunque no oficiosa. En muchas casas ese día se seguía haciendo rancho y durante muchos años algunas parejas de amigos “bajaban a Zaragoza” bajo la excusa de reuniones sociales.

Mis abuelos, que procedían del bando republicano, fueron obligados a “servir la comida” a las fuerzas vivas de la localidad. Un día durante la posguerra, alguno de los comensales le preguntó a mi abuela ¿Qué les haría de comer al día siguiente? esa fecha coincidía con el cinco de marzo. Ella le contestó que le hacía ilusión hacerles rancho con arroz, creo que hasta la Guardia civil intervino para que eso sucediera (no hay que olvidar que eran los tiempos del racionamiento y el straperlo) al día siguiente los elementos más representativos del Régimen en la localidad, celebraron con mis abuelos un día tan señalado como prohibido.

En los años cincuenta se creó una cofradía bajo la advocación de San José, formada por los jóvenes de Villanueva se encargaba de organizar todo tipo de actos como excursiones, juegos, teatro, etc. Entre las muchas actividades caló enseguida celebrar el día de su Patrón haciendo una romería campestre, al igual que la de Santa Águeda pero en esta ocasión invitában “éllos”. En realidad se trataba de solapar la Cincomarzada, tal es así que durante la Transición esta festividad de San José desapareció y por tanto las excursiones campestres también. Pero el recuerdo de aquel acontecimiento que sobresaltó a Zaragoza en plena Guerra Carlista no se recuperó, al menos de manera aparente.

En cuanto al pino centenario, me dijeron los que habían sido sus dueños, que un rayo afecto a su estructura y que al final tuvieron que arrancarlo por que se encontraba en mal estado. De este árbol centenario tan solo queda su recuerdo y el nombre de la finca. Es una pena porque en un pequeño espacio de terreno convivían una serie de árboles singulares de los que quedan, a duras penas, algún platanero disperso y los pinos de la torre de Guallart.

Fotografía: Pinos en la torre de Guallart

Carlos Urzainqui Biel, 4 de marzo de 2001 (entrega 33)

Jaime Ballesteros 'Herrerín'

Jaime Ballesteros 'Herrerín'

Hace poco alguien me comentaba, al hilo de estas entradas, que cuántas cosas habían ocurrido en Villanueva de Gállego, no creo que sea más diferente que otros lugares y si en nuestro pueblo parece que han pasado “muchas cosas” seguramente será porque por aquí ha pasado mucha gente. Esto viene a cuento de que la historia de España está llena de parejas famosas, generalmente masculinas. Gargoris y Habidis, Indibil y Mandonio, Daodiz y Velarde, Joselito y Belmonte y el cincuenta por ciento de otro dúo tambien taurino e inolvidable, Jaime Ballesteros (Herrerin) de “Herrerín y Ballesteros” (Florentino).

Jaime nació aquí el 8 de junio de 1891, su padre era herrero en el pueblo, de ahí el mote. Ya desde su infancia sintió atracción por el toreo, cosa a la que se oponía la familia. Inició su carrera como peón de brega y más tarde banderillero. Comenzó a matar novillos por tierras aragonesas actuando en Barbastro, Caspe, Tarazona, etc. La primera vez que se puso ante un toro fue en Zaragoza hacia 1909 y por accidente, ya que tuvo que sustituir a otro diestro (Perlita) que había sufrido una cogida. Esa tarde se enfrentó a dos astados agradando mucho su labor. Desde sus inicios tuvo una encendida rivalidad con el ya mencionado Florentino Ballesteros. Se cuenta que mientras Herrerín era el torero de la clase modesta, Florentino era popular entre el artesanado y la clase alta zaragozana de la época. En cierta ocasión la Banda de la Diputación tocó un pasadoble dedicado al del Hospicio en el paseo de la Independencia, los herreristas a continuación solicitaron lo mismo para su ídolo, como los músicos no tenían partitura y no podían ejecutar la obra, se armó un gran revuelo en el que no llegaron a faltar agresiones físicas. El apasionamiento estaba en las calles, en los cafés, los casinos, en la plaza de toros etc., el que era ballesterista no admitía el herrerinismo y viceversa.

En 1912 comienza su proyección nacional en Barcelona al lado de Juan Belmonte, toreando el 16 de febrero en la Barceloneta. Recibió una oferta sustanciosa pero Herrerín tenía que incorporarse a filas como soldado de cuota hasta julio de ese año. El día 3 de agosto hace el paseillo en Madrid y gusta tanto que repite cartel dos tardes más en ese mes, la segunda con su eterno rival el día 15. Durante las Fiestas del Pilar se anunció el día 13 la primera de Feria con Gaona, Gallito y toros del duque de Veragua, actuando Herrerín como sobresaliente. Por cogida de Gaona, Joselito estoqueó los seis veraguas y antes de dar suelta al cuarto, invitó a Herrerín a que alternara con él en quites y banderillas.

En al año catorce, Jaime actuó otras tantas tardes. El día 6 de septiembre le correspondía la número quince en la plaza de Cádiz. Allí el novillo «Almejito» de López Plata le infirió tan gravísima cornada, que fallecería a las siete y media de la mañana del día 9 de septiembre de 1914. Tenía veintitrés años. Fue enterrado provisonalmente en tierras andaluzas hasta que cinco años más tarde, por cuestación popular, sus restos fueron trasladados a Zaragoza y depositados en un mausoleo que todavía se puede visitar en el cementerio de Torrero, obra del escultor Domingo Ainaga.

Su hermano Saulo también fue novillero y durante años participó en las Fiestas de Villanueva de Gállego como Director de lidia. Florentino Ballesteros llegaría a tomar la alternativa de manos de Joselito el Gallo en Madrid el 13 de abril de 1916, pero su trayectoria también sería corta y trágica pués murió de cornada un año más tarde.

Carlos Urzainqui Biel, 25 de febrero de 2011

-- Entrega nº 32 de Villanueva.script, una serie realizada en exclusiva para NdV

Virginio Fornasari

Virginio Fornasari

Hace años en un curso de doctorado conocí a Dimas Vaquero, me contó que estaba investigando sobre los italianos en Aragón durante la Guerra Civil, entonces yo le dije que en Villanueva habían estado muchos soldados de esta nacionalidad y que todavía quedaban restos de esa presencia. Estuvo en el pueblo, vimos lo que más podía interesarle y él a su vez, me prestó la reseña del diario de uno de esos combatientes que se había alojado en la localidad.

Virginio Fornasari era maestro de escuela elemental en la localidad italiana de Taverna (Piacenza). Contaba 24 años cuando fue movilizado el 4 de marzo de 1938, para marchar a la guerra de España. Cuenta en sus memorias que viajó con documentación falsa en virtud de los acuerdos del Comité de No intervención y del Pacto de Munich. Junto a él lo harían un centenar de compañeros con destino al frente de Aragón.

Fornasari llegó a Villanueva procedente del frente de Gandesa. Escribe en su diario que al comandante jefe de su batallón no le agradó demasiado el lugar que les habían destinado para el alojamiento de sus soldados, dado que los oficiales eran ubicados en las casas de los vecinos, y el resto donde disponía la Guardia Civil. Pero también reconoce que tampoco había otros alojamientos disponibles mejores. Prosigue: “Soy asignado a la casa de la familia de Vicente Serrano (Corellano) que me aloja en una bella camera. Paso algunas veladas en compañía de la familia, delante del hogar en el que arde algún tronco de pino, mientras fuera sopla un viento frió y veloz” (el cierzo).

Tiene sus primeros contactos con la lengua española y hace conocimiento “con la alegre Gregoria, la sarcástica Amalia, la gentil e inocente Blanquita y con la diferente Matilde” (de todas estas jóvenes de entonces creo que tan solo vive en la actualidad, una). Entabla relación con el señor cura, “conocido por el cojo”, escribe en italiano lo zoppo (Mossen Julián Velilla, párroco de Villanueva en ese tiempo, tenía un defecto en una pierna, se dice que por una travesura de chaval). “Persona curiosa, gentil y enigmática, habla un poco de italiano. Mi sussurra al’orecchio que todas las chicas de Villanueva tienen el novio con los rojos, en la otra parte del frente. Desaprueba por varios motivos un baile organizado por los oficiales italianos. No voy a participar porque no sé bailar”.

Continúa su diario describiendo su vida en Villanueva: “Bajo a bañarme al río Gállego y paseo solitario desde la Cartuja a Zuera por la vía del ferrocarril, también a San Mateo y especialmente a Peñaflor. Mi patrona Donna Isabella me avisa maternalmente de que no ande solo. Bajo a dar una vuelta a la ciudad (Zaragoza) con algunos antiguos colegas, no andando sino corriendo. Hacemos ejercicios en la zona suroeste de Villanueva en un territorio árido e inculto con un molino de viento abandonado”, (es posible que se refiera al lugar que hoy ocupa el antiguo campo de futbol).

Virginio abandonaría el pueblo a fines de junio de 1938, por haber sido transferido a la frontera del levante, en el sureste de Teruel. Según me cuenta Ermela, nieta de Vicente e Isabel, Fornasari aún mantuvo contacto epistolar con su familia. Su abuela le contaba que este señor se pasaba las noches escribiendo (lo que no podía imaginar es que aquellos papeles volverían a Villanueva algún día). Para que no tuviera frío, la mujer le hacía algún caldo o le prestaba un manta.

Carlos Urzainqui Biel, 18 de febrero de 2011.

Entrega nº 31 de la serie Villanueva.script, realizada en exclusiva para NdV

El pozo de la torre de San Miguel

El pozo de la torre de San Miguel

Hace unos días Mª Ángeles Magallón, que es una especialista del mundo romano en Aragón, me comentó que si excabáramos un poco en los torres de Villanueva, aparecerían restos de la época imperial sin duda. Esto podría suceder, con toda seguridad, en la torre de San Miguel. No obstante en ese lugar existe un abrevadero con todas las características de haber sido un sarcófago de la época.

Pero hoy no me voy a referir a la historia del edificio en sí, que ya aparece citado en el siglo XVI, sino al manantial que existe a sus pies y más concretamente a un artículo que publicó la Revista de la Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales hacia 1950 titulado “Aguas mineromedicinales de Zaragoza” y en el que se habla del «pozo de la torre de San Miguel». Entre sus muchas cualidades técnicas, que vendrían muy bién para llenar espacio y quedar como entendido, pero aburridísimas de leer, dice que la temperatura con la que sale de la tierra es de 16º (por lo que se estima que dentro del yacimientos sea de 15º), que su eficacia se ha comprobado en muchos casos para las afecciones del pecho, dolores de estómago, inapetencia, debilidad de estómago, desarreglos de la menstruación, toses, asmas, dolores reumáticos o gotososo, crónicos, dolores osteocopos, herpes, convulsiones y afecciones nerviosas.

Ubica el manantial en una cuadra con suelo de cemento, lo que a juicio del autor es un peligro ante posibles contaminaciones. Sin embargo «los indicios de materia orgánica pudieran tener su origen en capas de turba del terreno, el agua se encuentra a 11 metros de profundiad y, según dicen, siempre al mismo nivel» ya que no se nota variación en los períodos de estio. El pozo está revestido de ladrillo y tiene en su fondo grava y arena. Si se coloca al trasluz un vaso de cristal con el líquido «se notan pequeñísimas suspensiones» su sabor es algo terroso y no acusa «desprendimiento de sulfúrico».

El propietario en el tiempo de artículo se llamaba Ricardo Gracia (abuelo de José Mª Bardavío, que además de ser buen amigo mío es uno de los mejores entendidos en Buñuel). Este señor decía que los trabajadores de la torre «beben corrientemente de este agua sin haber padecido nunca enfermedad infecciosa ni notar ningún desarreglo. También lo hacen de la acequia del Gállego que sirve para el riego, pero mejor de ésta por ser más fresca y más limpia» sin embargo «no vale para cocer las legumbres». Antiguamente ls gente iba allí porque decían que curaba el dolor y la acidez estomacal, aunque sin provocar «efecto prugante».

Según la revista de la Academia, el agua de este yacimiento es considerada como «sulfatado calcica». Algunos autores del siglo XIX citan además otra fuente en las cercanías con aguas sulfurosas, aunque quede siempre la duda «de que pudiera reducirse el sulfato o tratarse de un manatial de grietas» hecho a simple vista no les parezca a los autores del artículo. En mi opinión las aguas del barranco donde se encuentra situada la torre, al filtrarse y entrar en contacto con el subsuelo calizo y arcilloso producen este efecto.

Hoy día el manatial permanece cerrado, sellado y olvidado, hace años que no se hace uso de él aunque quedan restos de tuberías, conductos y desagües. Por lo que se aprecia, parece ser que en los años sesenta del siglo XX se pretendió hacer de él un pequeño embalse o piscina del que tan solo quedan los muros. Sin duda alguna en tiempo de los romanos ya existía esta corriente ahora bien, del uso que hicieron ellos es un misterio.

Carlos Urzainqui Biel, 10 de febrero de 2011