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Soldados de Salamina, en Villanueva

Soldados de Salamina, en Villanueva

Cuando vi la película, basada en la novela de Javier Cercas, recordé una historia que siempre he oido a mis mayores sobre la Guerra civil en Villanueva que, como todas las guerras, está llena de vilezas pero también de las mejores grandezas. Contaba en cierta ocasión un viejo republicano que en 1900 el pueblo se dividió en dos bandos por el nombramiento de médico titular. «Convirtiéndose en una lucha crónica que se fue repitiendo en cada uno de los problemas y sucesos que desde ese momento fueron surgiendo en la localidad». Perdieron este primer envite los republicanos del pueblo y crearon una sociedad de socorros mútuos llamada “Unión Villanovense”. En otra entrada hablé de Avelino Casaled, el practicante del “Casino de abajo” hoy lo haré del médico que se llamaba Manuel Rodríguez y del Farmaceútico del pueblo, Juan José Lafuente. Este último era muy querido por todos, quizás una de las razones de este reconocimiento es producto de un hecho acaecido en 1917 en esas fechas el farmaceútico se dirigió al Ayuntamiento para solicitar prestar servicios benéfico-sanitarios de acuerdo con el artículo 93 de la entonces vigente Ley para Instrucción de Sanidad, con el fin de abonarle 90 ptas. al año por el «suministro de medicamentos a las familias póbres que tengan derecho a éllos» según una lista confeccionada al efecto. En definitiva se trataba de que los más necesitados pagaran menos por medicinas, sería algo muy similar a lo que hoy son las recetas de la Seguridad Social pero abonada la diferencia por el Consistorio.

El caso es que tras el Alzamiento del 18 de julio tanto este médico como el farmaceútico fueron acusados de republicanos, detenidos y subidos a un camión con destino a ninguna parte. En esa situación se encontraban ambos cuando el oficial del destacamento militar encargado de custodiarles reconoció a Manuel Rodríguez, parece ser que eran viejos amigos no se si de pueblo, de la infancia o de estudios. El militar le preguntó al médico ¿qué hacía subido en el camión? y si sabía que destino le aguardaba, su amigo le dijo que se lo imaginaba. El soldado le odenó sin pensar que bajara inmediatamente de allí, a lo que Manuel respondió que tan culpable como él era “Don Juan José” (como le llamaba todo el mundo con profundo respeto) y que prefería correr la misma suerte que el farmaceútico. Efectivamente los dos bajaron del camión y ese día salvaron sus vidas gracias a la inercesión de un militar del que nunca se ha sabido cual fue la suya.

Don Manuel marchó a Zaragoza y se estableció como dentista, los villanovenses continuaron bajando a su consulta y, a pesar de estar poscrito, junto con otros galenos represaliados entró a formar parte de una sociedad médica en la que llegaron a cotizar en su día muchos vecinos del pueblo. En cuanto a Juan José Lafuente siguió con su farmacia en el Barrio Bajo, personas que lo conocieron dicen que se volvió más taciturno y reservado, sobre todo tras el fallecimiento de su mujer y de su único hijo, él vivió hasta finales de los años cincuenta y aún es recordado en Villanueva con cariño.

Sirva esta entrada como homenaje a tres personas cuyas vidas se cruzaron en un determinado momento crítico poniendo por delante su sentimiento de amistad por encima de cualquier otro interés y sobre todo, a los dos facultativos villanovenses cuyo único delito consistió en no estar en el bando ganador.

* La fotografía corresponde a la sede de la Unión Villanovense o Casino de abajo.

Carlos Urzainqui Biel, día de San Jorge de 2011

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