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Noticias de Villanueva de Gállego

El pozo de la torre de San Miguel

El pozo de la torre de San Miguel

Hace unos días Mª Ángeles Magallón, que es una especialista del mundo romano en Aragón, me comentó que si excabáramos un poco en los torres de Villanueva, aparecerían restos de la época imperial sin duda. Esto podría suceder, con toda seguridad, en la torre de San Miguel. No obstante en ese lugar existe un abrevadero con todas las características de haber sido un sarcófago de la época.

Pero hoy no me voy a referir a la historia del edificio en sí, que ya aparece citado en el siglo XVI, sino al manantial que existe a sus pies y más concretamente a un artículo que publicó la Revista de la Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales hacia 1950 titulado “Aguas mineromedicinales de Zaragoza” y en el que se habla del «pozo de la torre de San Miguel». Entre sus muchas cualidades técnicas, que vendrían muy bién para llenar espacio y quedar como entendido, pero aburridísimas de leer, dice que la temperatura con la que sale de la tierra es de 16º (por lo que se estima que dentro del yacimientos sea de 15º), que su eficacia se ha comprobado en muchos casos para las afecciones del pecho, dolores de estómago, inapetencia, debilidad de estómago, desarreglos de la menstruación, toses, asmas, dolores reumáticos o gotososo, crónicos, dolores osteocopos, herpes, convulsiones y afecciones nerviosas.

Ubica el manantial en una cuadra con suelo de cemento, lo que a juicio del autor es un peligro ante posibles contaminaciones. Sin embargo «los indicios de materia orgánica pudieran tener su origen en capas de turba del terreno, el agua se encuentra a 11 metros de profundiad y, según dicen, siempre al mismo nivel» ya que no se nota variación en los períodos de estio. El pozo está revestido de ladrillo y tiene en su fondo grava y arena. Si se coloca al trasluz un vaso de cristal con el líquido «se notan pequeñísimas suspensiones» su sabor es algo terroso y no acusa «desprendimiento de sulfúrico».

El propietario en el tiempo de artículo se llamaba Ricardo Gracia (abuelo de José Mª Bardavío, que además de ser buen amigo mío es uno de los mejores entendidos en Buñuel). Este señor decía que los trabajadores de la torre «beben corrientemente de este agua sin haber padecido nunca enfermedad infecciosa ni notar ningún desarreglo. También lo hacen de la acequia del Gállego que sirve para el riego, pero mejor de ésta por ser más fresca y más limpia» sin embargo «no vale para cocer las legumbres». Antiguamente ls gente iba allí porque decían que curaba el dolor y la acidez estomacal, aunque sin provocar «efecto prugante».

Según la revista de la Academia, el agua de este yacimiento es considerada como «sulfatado calcica». Algunos autores del siglo XIX citan además otra fuente en las cercanías con aguas sulfurosas, aunque quede siempre la duda «de que pudiera reducirse el sulfato o tratarse de un manatial de grietas» hecho a simple vista no les parezca a los autores del artículo. En mi opinión las aguas del barranco donde se encuentra situada la torre, al filtrarse y entrar en contacto con el subsuelo calizo y arcilloso producen este efecto.

Hoy día el manatial permanece cerrado, sellado y olvidado, hace años que no se hace uso de él aunque quedan restos de tuberías, conductos y desagües. Por lo que se aprecia, parece ser que en los años sesenta del siglo XX se pretendió hacer de él un pequeño embalse o piscina del que tan solo quedan los muros. Sin duda alguna en tiempo de los romanos ya existía esta corriente ahora bien, del uso que hicieron ellos es un misterio.

Carlos Urzainqui Biel, 10 de febrero de 2011

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