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Italianos en Villanueva

Italianos en Villanueva

Me he reencontrado una vez más con Dimas Vaquero Peláez, en esta ocasión con motivo de la salida de su último libro sobre Italianos en nuestra Guerra Civil que se titula Aragón con camisa negra y en el que escribe sobre los soldados enviados por Mussolini, un apartado de la obra está dedicado al acuartelamiento de Villanueva de Gállego. Quisiera agradecer que cite una historia que le conté en su día y que me trasmitieron mis abuelos. Ellos, como muchas otras familias villanovenses, fueron obligados a recoger en sus casas a tropas italianas. En la suya se encontraba la estafeta de correos y oficina de transmisiones. Mi abuelo siempre contaba esta circunstancia divertido, debido a la contrariedad que suponía el guardar el secreto de las comunicaciones con el bando nacional, en casa de un republicano. Mi abuela contaba como pusieron a su disposición una máquina de hacer espaguetis y fideos, algo poco usual entonces en España. En cierta ocasión apareció un oficial de alto rango llamado Eugenio Pacelli, ese día agasajaron al militar con honores casi de general y con una espléndida comida, librando a mi abuela del trabajo de prepararla. (Pacelli resultó ser sobrino del entonces Secretario de Estado del Vaticano y luego Pontífice bajo el nombre de Pío XII). Alguien advirtió a uno de los militares alojados en casa, que mis abuelos eran “rojos” a lo que éste le respondió ¡deme muchos rojos así y no azules como usted!

Carmen Casalé me contaba que algunos llevaban una cruz a la espalda, símbolo de que eran castigados. Según Dimas esta característica le parece un poco rara, pues fueron muchos los que vinieron sacados de los penales para aliviar la alta densidad de encarcelados que había en Italia. Para él, este era el distintivo de los Dragones de la muerte de Palma de Mallorca. Carmen tiene un buen recuerdo de ellos «se portaron muy bien, yo era pequeñica y siempre jugaban conmigo, me llamaban Carmencita, en cuanto tenían galletas las primeras eran para mí y también me daban arroz con leche». Recuerda que se llamaba Pedro y años después volvió a verles, pero estaban en Francia exiliados. Un tío mío que se llama Enrique Lisón Sacacia me contaba cómo, de chaval, compartían desayuno los chicos del pueblo con la tropa.

En el llamado “Almacén de Barluenga” que se encuentra frente a la iglesia parroquial, todavía se conservan pintadas alusivas a esta presencia militar italiana en el pueblo. Entre las inscripciones se encuentran consignas como la famosa “Credere, obedecere, cambatere” o “Chi si ferma e perduto” que se puede traducir como “El que se para pierde” pero de la que los villanoveses han realizado interpretaciones más chuscas como “si enfermas estás perdido” en alusión al hospital que había en el pueblo, pero no en esa nave sino en el antiguo casino Republicano y en cuyos jardines hubo un cementerio provisional. Otra interpretación muy popular era “Si frenas estás perdido” un recuerdo socarrón a la batalla de Guadalajara. También existe un grafiti muy curioso con la firma de Mussolini y se conservan dos interesantes escudos. El uno alusivo a la Casa de Saboya en el que puede leerse “Salute al Re” y el otro con un águila en el centro a cuyo alrededor puede leerse “División XXIII de marzo”. Había alguna más evocadora a la Alemania nazi pero parece ser fueron borradas en su momento. También existían abundantes inscripciones en una caseta que albergaba una tajadera junto a la torre de Guallart pero esas también han desaparecido.

La presencia italiana fue importante y un ejemplo de ello es la multitud de tropa acantonada en las torres como Guallart, Comercio, Bayle, etc., había villanovenses que se dedicaban a recorrer estas casas de campo vendiendo productos de la huerta o vino a los soldados. En líneas generales el recuerdo de los italianos es positivo sobre todo entre los que eran niños durante la Guerra, muchas familias siguieron manteniendo contacto durante años con los militares que habían estado en sus casas. Sobre todo Matilde Morte que fue madrina de guerra de Virginio Fornasari y por quien intercedió estando prisionero nada menos que en la India, tras la II Guerra mundial. Hace unos años a una señora ya mayor le oí pronunciar algunas palabras en italiano, le pregunté ¿porqué las sabía? y ella me contestó enigmáticamente y no exenta de picardía.

No obstante existieron algunos roces e incidentes inconexos o aislados como el que le sucedió a Segundo Longás, propietario de un bar llamado “Pavonni” junto a la Torre mudéjar. Un militar italiano le obligó a cambiar el nombre del establecimiento por el de “España” ya que lo consideró ofensivo hacia un oficial superior suyo que tenía ese mismo apellido, sin reparar que la denominación del bar correspondía a la marca de la cafetera del mismo. Seguramente le movió a realizar esta acción el haber sido informado de que en ese lugar se reunían los “republicanos” del pueblo.

* Fotografía (Dimas Vaquero): Firma de Mussolini que se conserva en el mencionado almacén de Barluenga.

Carlos Urzainqui Biel, 12 de agosto de 2011

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