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Noticias de Villanueva de Gállego

Los vecinos del Gállego desconfían hace décadas de la salubridad del río

Los pueblos de la ribera del Gállego llevan varias décadas mirando al río con desconfianza. Al menos desde finales de los años 80 del pasado siglo, cuando, poco antes del cierre en Sabiñánigo de la empresa química Inquinosa, se denunció públicamente el hallazgo de vertidos incontrolados de residuos de lindano, un producto usado como pesticida.

Por eso, la prohibición impuesta por la DGA el 19 de septiembre de beber agua del río Gállego en seis municipios situados a sus orillas (Villanueva, Piedratajada, Ardisa y Santa Eulalia, Piedratajada y Marracos) no cogió por sorpresa a ninguno de sus vecinos. "Lo único inesperado fue que nos lo comunicaran oficialmente", explica José Antonio Mallada, alcalde de Piedratajada, un pueblo situado a unos 50 kilómetros de Zaragoza, en Cinco Villas. "¡Cualquiera se atreve!", exclama. "Aquí no bebe nadie agua del río ni tampoco se le ocurre comer peces", afirma.

GARRAFAS Y BIDONES De hecho, según José Antonio de Sus, un vecino de la localidad, de solo 120 habitantes, "antes de que cerrara Inquinosa", en el año 1990, "ya nadie consumía agua del río". La compran embotellada o la van a buscar con garrafas y bidones a la zona de Loarre.

El lindano es una preocupación constante, pues aunque no beban agua esta se puede emplear para hervir verdura y para el riego de campos y huertas. "Ya los médicos nos decían, hace años, que aquí había más casos de cáncer que en otros sitios, y de hecho se investigó la causa", apunta Mallada.

Aguas arriba, en Ardisa, de 90 habitantes, tampoco beben agua del grifo ni la emplean para cocinar. Y eso que cuentan con una moderna planta potabilizadora que costó 300.000 euros. "La culpa de que haya subido el porcentaje de residuos de lindano por encima del máximo permitido pueden ser las tormentas que han caído últimamente, que han removido las balsas y vertederos de Sabiñánigo donde se almacenaban los residuos de lindano", opina Samuel, que reside en la pequeña población.

"Aquí, tradicionalmente, no se bebe agua del río porque no nos fiamos de la estación depuradora", comenta José Antonio Casaucau, alcalde de Santa Eulalia de Gállego, de 120 habitantes, ya en el Prepirineo.

"Antes de la prohibición, empleábamos el agua del grifo solo para guisar, pero desde entonces bajamos a buscarla a la fuente de Andrea, que está muy cerca, o la compramos en la tienda", señala María Teresa Garasa, que vive en la misma población.

"Estamos con miedo", admite Conchita, que regenta una tienda en Santa Eulalia, que se queja de que "falta información". "Hay cosas en las que no sabemos a qué atenernos, como si podemos lavarnos los dientes o ducharnos con agua del grifo", dice.

El río forma parte del paisaje y de la vida de Piedratajada, Ardisa y Santa Eulalia. En el primer pueblo, el Gállego atraviesa sus tierras de labor, muy secas a excepción de las más cercanas al cauce. Ardisa, por otro lado, está justo al lado del embalse que lleva su nombre, donde se ha instalado un embarcadero. "Es triste que le falle el agua a un pueblo por el que pasa un río como el Gállego", lamenta Samuel.

En Santa Eulalia del Gállego, que lleva el río hasta en su topónimo, el agua es sinónimo de riqueza, pues en el tramo entre la presa de La Peña y el pueblo se practica ráfting, una modalidad deportiva que atrae a muchos deportistas a la zona.

Y en Villanueva de Gállego, donde la situación no será restablecida hasta el próximo 10 de octubre, los vecinos se muestran "muy tranquilos" y consideran "inoportuno" que se hable de alarma sanitaria. "Se ha armado mucho revuelo, pero la situación no no está afectando al día a día. Es tan sencillo como usar agua de botella, como cuando cortan el agua por alguna avería, o salir a rellenar de los bidones", apunta Araceli Aguirrebeña, propietaria de la cervecería Barral. "Toda la vida hemos bebido de este agua y no hemos enfermado", apuntó Mercedes.

Fuente: El Periódico de Aragón

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